¿Somos supersticiosos como país? Pues seguramente dependiendo de con cuál se nos compare. Ya hay increíbles diferencias entre las comunidades autónomas, cada con sus tradiciones, pero lo cierto es que, quién más y quién menos, tiene sus números de la lotería elegidos casi de por vida.
Un número de la suerte - esa suerte que parece que nunca llega, más bien es el número de la insistencia -, pero, oye, ¿y si justo no se juega y toca? Es algo que no nos perdonaríamos en la vida. De hecho, no es de extrañar que ya muchos tengan su lotería de Navidad comprada desde este verano, aprovechando los viajes y que nunca se sabe dónde puede tocar el tan ansiado Gordo. Que termine en 3, que termine en 6, que termine en 8 cada uno tiene una suerte de números preferidos y predilectos alrededor de los que giran todos los juegos de azar. La primitiva, la lotería, el euromillones, etc.
Lo que tiene que ver con la Lotería, además, ya forma parte de una tradición. Está tan arraigado como la propia Navidad en sí. Es más, no hay Navidad que no empiece con el pistoletazo de salida de la Lotería, antes con el famoso calvo y ahora, cada año, va cambiando la película este pasado fue de Amenábar.
Pero no es la única tradición relacionada con la suerte que forma parte de nuestro día a día. Que se cruce un gato negro, que se derrame la sal o pasar por debajo de una escalera es lo peor que nos puede pasar. De hecho, los más supersticiosos dan un rodeo enorme para evitar estos pequeños obstáculos en el camino.
Por no hablar del número 13 que, hasta hace poco, no estaba siquiera presente en los asientos de los aviones ni en las habitaciones de hotel. Esto es curioso, porque para Italia, por ejemplo, el número 13 no representa mala suerte, allí es el 17.
Y si rascamos un poco y nos vamos al sur, cuanto más bajamos de Roma, más se cree en los amuletos, un poco como sucede con las meigas aquí. Nápoles, por ejemplo, es un buen escenario para comprender cuánto se quiere atraer la suerte y cuánto ésta es importante para la sociedad a través del adorado cornicello, que los napoletanos usan contra el mal de ojo.
¿Y el mal de ojo existe? Pues probablemente no, o sí, quién sabe, pero desde hace muchos años la sociedad ya ha inventado muchos amuletos contra él, como el ojo de nazar de Turquía o la mano de Fátima.
De hecho, si buceamos en Internet poniendo como palabra clave mal de ojo, veremos varios artículos que nos cuentan cómo combatirlos, con remedios naturales, con el uso de amuletos o haciendo conjuros, a lo Bruja Novata o a lo Bruja Lola con sus velas negras.
El ser humano necesita creer, querer y también dar una explicación a lo que ocurre a su alrededor y, cuando llegue el momento, también defenderse de alguna manera, creyendo en la magia y el poder de atracción. Desde luego, la lotería se vive con más ilusión.